Nebraska
mayo 28, 2015
Hoy he entrado en Nebraska, han sido 152 kms desde Oberlin a Franklin, con un viento benefactor y maldito de chalar. El perfil era duro y ha sido gracias a él que se me ha hecho más ligero. Dentro de la habitación del motel seguía escuchándolo, tuve la impresión de que no cesaría nunca, se había introducido en mi cráneo, y la experiencia era vívida hasta alarmar, que por esta única causa, aun dueño de mis cabales, podrían darme por tarado, así de intolerantes son los manuales de diagnóstico y clasificación. Imaginad mi preocupación en este país donde rápidamente te internan y te dan electroshock.
Salí una mañana más lloviendo y poco a poco se fue arreglando el día, justo al traspasar la frontera entre Kansas y Nebraska salió el sol. Las cosas no cambian de golpe, ni las nubes ni el agua potable ni el olor del aire ni la música que suena o los productos que llenan la despensa, excepto la gente, la gente parece que sí. Ponemos una frontera administrativa y automáticamente los de un lado dicen que los del otro son así o asá, pero diferentes, por supuesto, nada que ver con los de acá. Esta vez sin embargo todos coincidimos en que algo ha pasado. Nebraska nos ha despertado con un toque interior.
En Alma he comprado un sándwich y una bebida isotónica de color radiactivo (cada vez que entro en una gasolinera se viene alguien detrás de mi hablando y preguntando, generalmente no tengo tiempo para esto, intento ser cortés) y he comido sin detenerme, quería aprovechar al máximo el día y hacer cerca de doscientos ya que contaba con buen viento. A buena marcha iban cayendo los kilómetros mientras provocaba estampidas en las vacas que pacen cerca de la carretera. Pero vaya faena, me he encontrado con un corte inesperado del camino. La señalización ofrecía un desvío alternativo pero era camino de tierra, no apto para Amelia. Así que ahí terminó la etapa, me busqué alojamiento en Franklin que estaba allí mismo; al día siguiente buscaría ruta para rodear las obras.
¿Qué opinas?