Simply crazy, extremely brave
junio 13, 2015
Las cosas bellas dichas suenan bien, hechas quedan mejor. Lo bueno de actuar con grandeza es que esos actos luego se presentan como testigos de las cosas que vayamos a hacer y no nos dejan ser menos. Hoy he recibido la visita inesperada de un amigo que estaba en EEUU; se ha dado un salto desde Denver, seis horas de viaje entre avión y coche para verme, solo para una cena y cuatro frases; pero qué cuatro frases.
Salí por la mañana lloviendo, de nuevo de la cama al agua. Almorcé en Sligo, un réplica de la localidad irlandesa, hasta el sentido del humor de sus habitantes me la recordaba: no te mojes mucho, me dijo la pelirroja de la gasolinera, pero no hacía falta poner el oído para escuchar el agua chorreando por el techado.
Fue por la tarde, casi a última hora, en la ascensión a una cota de 715 msnm, cuando un coche rojo se puso a mi lado. Yo pensé: otro que quiere fotos. Y entonces oí que me llamaba por mi nombre. ¡Cómo!. Menuda alegría, mi amigo tuvo mejor efecto que toda mi alimentación deportiva. Pero por si acaso por la noche cenamos en una hamburguesería de esas que hacen hamburguesas gigantes. La más grande pesa tres kilos y se ha de pedir con 72 horas de anticipación. Puede entenderse la machada en un momento de subidón hormonal, pero esta cerdada con carácter premeditado me deja perplejo. Allí están expuestos los records en la pared, el orgullo del local.
De Foxburg a Clearfield , 137 kms
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