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junio 16, 2015
Temprano y tras unos pocos kilómetros alcancé un pequeño conjunto de casas, al pie de una colina, después de un descenso vertiginoso. Al llegar abajo, los ocupantes de un coche, una pareja, me increpaban y gesticulaban furiosamente. De repente se quedaron callados y aparcaron a un lado. Yo notaba algo raro, me miraban de reojo, y ahora en vez de enfado parecía que me sonreían. ¿Qué hago, me acerco, no me acerco? Al final me acerqué y entre risas dieron sus explicaciones. De lejos, por algún efecto visual, les había parecido que el bulto de mi portaequipajes era un bebé, y claro, viéndome descender a toda velocidad se habían formado un concepto de mi salvaje, estaban indignadísimos. Luego, de cerca viendo que era una mochila,…..
Después de comer, en Portland el dueño del periódico local me hizo una entrevista callejera. Me pregunto si ese periódico vivirá de la publicidad que le compren, pues el pueblo son cuatro casas, o bien vive de publicar informaciones comprometidas que importen a los habitantes. Es que no sé por qué pero me he acordado de un periódico que conozco que todo lo que publica es basura, entre informaciones tendenciosas por un lado y cutrerías irrelevantes por otro, pero ahí sigue, sobreviviendo a base de publicidad. ¡Que gran servicio nos hace! ¡Publicidad!
La tarde ha sido de tormenta y de sol, el mismo día puede terminar todo y volver a empezar, solo hay que resistir y esperar. Penna tiene rincones de ensueño. Pero hay un suceso feo que se ha repetido varias veces desde hace unos días, desde que estamos en Pensilvannia. Cuando mi tripulación detiene la furgoneta en el arcén para filmar, sale el dueño de la casa cercana y les dice que se larguen que están en propiedad privada. Ayer ocurrió en una de esas que el hombre salió con una pistola y con el arma amartillada les obligó a enseñarles su identificación, luego les obligó a marcharse inmediatamente. Esto es inaudito, resulta que la parcelas llegan hasta el mismo asfalto y claro si te paras allí pues dijo el hombre: “largaos, vuestro coche tiene una rueda dentro de mi casa”. La parte buena es que los propietarios de las viviendas cortan el césped, cuidan y limpian hasta el mismo borde de la carretera y no ocurre como en España que las cunetas son un estercolero, pero el inconveniente ya lo acabamos de ver. Y es mejor no discutir con nadie, en un país en el que cualquiera ciudadano puede comprar un arma para matar a otro, tú verás a quien pones nervioso.
De Hazleton a Ledgewood, 165 kms.
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