Oh!, It´s Arizona
mayo 14, 2015
Que hice 167 kilómetros de Parker a Kingman en 9 horas y 38 minutos de pedaleo, que ascendí un desnivel de mil doscientos metros, que llegué de noche y extenuado, tanto que experimentaba cambios repentinos de temperatura que me ponían todo el cuerpo de carne de gallina, que cené una hamburguesa de plástico y unos aros de cebolla fritos con aceite de tractor, que el camarero aun tuvo la indecencia de decirme “enjoy your meal”, que el motel era una porquería sin wifi, que solo pude dormir cuatro horas y vuelta a la carretera, blablablá ……. dejadme mejor que os cuente lo que me pasó la noche anterior.
La noche anterior dormí en el Blue Water Resort and Casino, junto al rio Colorado. Inverosímilmente su precioso embarcadero estaba desierto, a pesar de la conmovedora puesta de sol que tenía lugar. Efectivamente el negocio era el juego, no el hotel con sus habitaciones casposas o su restaurante repugnante. Alguien convenció a la ciudad para conceder la construcción: traerá visitantes y generará puestos de trabajo, decían las voces más vendidas que entendidas. Visitantes no tiene en gran número, las habitaciones y el spa se mueren de risa, de ahí el precio tirado, sin embargo el casino del gran hall está lleno de la gente del pueblo que se gasta en tragaperras sus dineros. Esto forma un barullo que obliga a hacer el check in casi a gritos. Yo nunca había estado en un casino así que después de instalarme me di una vuelta. Aun careciendo de ganas de jugar no dejaba de sentir el susurro seductor; por arte del código binario toda aquella ingeniería cobraba voluntad y poder insinuante. Me puse detrás de una señora que se las veía con una máquina que representaba un gran tótem, iba introduciendo moneda tras moneda y pulsaba el play. Saqué el móvil y con su permiso le hice una foto. ¿Quiere verla?, le dije. Sonrió y se levantó. Al verla se quedó helada.
Por encima de su hombro la cámara había captado la pantalla de la tragaperras, y en los tambores giratorios, congelados pasajeramente por la instantánea, figuraba verse los símbolos de tres indios navajos alineados, – ella no tenia duda -, uno de los tres premios principales. La mujer rompió en grititos y en un hablar atropellado que yo no entendía. Entonces con los labios temblando me cogió ambas manos con mi móvil dentro, las apretó y las besó. Se calmó y dijo que era una señal.
Ahora borra la foto, dijo, es más seguro. Naturalmente accedí, había dos millones de buenas razones. Hecho esto encaró de nuevo la máquina e introdujo tres monedas. La primera jugada no tuvo resultado. Pulsó rápidamente la segunda vez. Tampoco. Entonces me miró con una mezcla de miedo y locura y pulsó por tercera vez. Los símbolos de tres águilas se alinearon en la pantalla y sobre ellos, en el frontispicio, en luces rojas y amarillas, parpadeaba el premio conseguido: 1.000 dólares.
Hasta aquí todo bien, pasmoso eso si, pero mientras la mujer terminaba para irse apareció el guardia de seguridad, un tipo fornido con chaleco antibalas y arma de fuego. A ella la conocía del pueblo, no tenia motivo de desconfianza, así que la despidió sin más. En seguida apareció también un hombre con traje que se presentó como Mike. Entre ambos me pedían explicaciones por la foto, – al parecer estaba prohibido-, por qué la había tomado y a continuación borrado tan inmediatamente ¿Pero cómo iba yo a explicar lo que había pasado?
2 comments
Comment by antonio
antonio mayo 25, 2015 at 3:42 pm
Eres un gran escritor….
Describes las sensaciones y lugares de una forma exraordinaria…
A por el bestseller…
Bravo….
Comment by antonio
antonio mayo 25, 2015 at 3:44 pm
Describes magnificamente las sensaciones y los lugares,,,
A por el bestseller……