Seguro que tiene cura
enero 2, 2015
“Oye, por cierto, ¿has oído hablar de los Hijos del Trueno?”, le pregunté. No esperaba que un extranjero le hiciera esta pregunta, juraría que oí su corazón cambiar de paso, que había tocado un tema sagrado o bien demasiado personal. Vaya, apuesto a que si llego a empezar la conversación por aquí se hubiera hecho la sueca, pero ya hacía rato que charlábamos y callar de golpe hubiera sido una descortesía o exponer abiertamente la vergüenza de un tabú.
Vaciló un momento, bajó la voz y continuó. Un Hijo del Trueno lo sabe todo porque le cayó un rayo antes, por tanto no es sabio por vocación sino por elección, son los Yatirig. Si te cae un rayo te parte en dos. Si nadie te ve te rearmas, sobrevives y te vuelves sabio, pero si te ve alguien mueres.
Por eso cuando cae un rayo les decimos a los niños: no mires, tápate la cara. De ese modo si el rayo le ha atinado a alguien damos tiempo a que se rejunte la persona, lo que lleva algunos minutos. Los Hijos del Trueno pueden leer tu destino, curar enfermedades, encontrar lo perdido y resolver dudas vitales. Pero ellos no se publican, la gente sabe dónde viven y acuden a ellos. “¿Yo podría hablar con uno de ellos? ¿Me llevarías a visitar uno?“. Necesitarías un intérprete pues ellos son muy viejos y no hablan español, solo quechua y aymara. “Pero ¿puedo pagar a ambos no?” Si. Pero, ¿tú sabes lo que buscas? Porque si no presentas tu pena ellos la encontrarán igual y a lo mejor te asusta lo que descubres. No se puede ir a verles como si fuera un juego.
“¿Qué es lo que hacen? ¿Cómo actúan?”. De muchas formas dependiendo del problema. Ellos toman mucha coca, pero también leen sus hojas lanzándolas sobre una manta, y luego interpretan la postura y la superficie de cada hoja y les dice lo que necesitan saber. Y no fallan nunca. Otras veces te tocan las venas y las leen, o ponen tu orín en una vasija, lo sacuden y luego lo leen. Todas estas cosas les dicen secretos. Por ejemplo leyendo las hojas de coca puedes averiguar con certeza quién te ha robado tu ganado para evitar disputas por malpensar de inocentes.
En ocasiones te pasan un cuy vivo por todo el cuerpo, a continuación lo sacrifican de un corte limpio en el cuello para que sangre poco a poco y entonces leen sus venas, músculos, nervios, huesos y vísceras. Muchas veces se hace una misa dulce. Es una ofrenda a la madre tierra que consiste en un pastel de grasa, hojas de coca, bayas y flores. A continuación se quema el pastel en el fuego encendido con excremento seco de llama. Se excava una pequeña oquedad en el suelo cerquita del fuego y se entierra. Se deja extinguir la hoguera y se leen sus últimas llamas y las cenizas.
“¿Conoces algún caso de sanación?” Bajó todavía más la voz y comenzó a hablar con ese aire de quien está llegando al clímax del relato. Mi padre murió de cáncer. Cuando los médicos ya no podían curarlo lo llevamos al chamán. Él hizo la ofrenda a Pacha Mama con una misa dulce, pero mi papá ya estaba muy enfermo. Después de enterrar el pastel la hoguera se apagó de golpe dejando una ceniza muy negra, lo que significa que vas a morir, y sobre la ceniza se dibujó por sí solo un ataúd. Esto lo vi yo con mis propios ojos. Lo juro por Dios que me mira. Pero el chamán no pudo hacer nada por él. O no quiso porque se asustó.
“¿Qué quieres decir?” Su voz ya era un susurro, tenía que doblar el cuello y pegarme literalmente a ella para poder oírla. Mira, a veces cuando un Hijo del Trueno te quita un mal lo absorbe él. Y entonces la persona resulta sanada pero el chamán puede sufrir un gran daño. Por eso cada vez quedan menos y solo actúan excepcionalmente, esto no son bromas. Verás una prima mía – ya apenas la oía pues actuaba como si le esperara un castigo por contármelo – acudió a una Hija del Trueno de Puno que se llama María. Mi prima trabajaba en el campo y un día un horrible dolor de espalda no le permitía moverse. María dijo que había tirado tanto de la tierra que ahora la tierra tiraba de ella hacia abajo y por eso su espalda no obedecía y le dolía tantísimo. María hizo una misa dulce y le dijo: ahora vete y estarás bien.
A los dos días mi prima estaba sanada, pero María perdió un ojo porque le explotó como un trueno. Eso es cierto como el sol que sale. Ahora es tuerta y es el precio que pagó para quitar el mal de mi prima. Estas deudas no se pagan con moneda humana. Salimos de nuestro confesionario, estábamos llegando a Puno. Se llamaba Susana, tenia 35 años y miedo de todo. Vivía en Puno con su hijita de 5 años, su madre y un sobrino. No mencionó un marido. Saltaba a la vista que no sufría la persecución de la abundancia. Trabajaba 13 horas al día 6 días a la semana, pero ¿cómo rebelarse contra un orden social si crees que existe uno natural y aun otro sobrenatural que lo gobiernan?
1 comment
Comment by Mercedes
Mercedes enero 3, 2015 at 6:50 pm
La historia engancha ¿ para cuándo la siguiente parte ?