The Joshua Tree

mayo 12, 2015

De Los Angeles hacia el noreste la tierra huye del mar precipitadamente elevándose en cimas de cortante aspecto y altas llanuras que ofrecen a la vista suntuosos espejismos y jurásica desolación. Hasta el borde de la carretera llega la arena, un fino polvillo ocre moteado de yerbas palurdas y matorrales incultos. Un lagarto es lo que es gracias a que todos son iguales, del mismo modo que una yuca es exactamente igual a otra yuca. Sin embargo la naturaleza no le dijo a un joshua tree cómo tenia que hacer nada más nacer, por eso alza los brazos al cielo implorando y mientras espera respuesta cada ejemplar no tiene otro remedio que ser su propio dios y decidir qué forma adoptarán sus ramas; se llama responsabilidad.

Hoy he recorrido 153 quilómetros hasta Twentynine Palms, puerta de acceso al Joshua Tree National Park. De camino muchos, al ver los sponsors en la vela, preguntan adónde voy. La respuesta más repetida a la noticia es “oh my godness”. Una mujer se ha bajado del coche y me ha dado dos besos emocionada por la historia. No sin antes preguntarme dónde se fabrica el whike y hacer constar que eso explicaba mi acento holandés. El más efusivo ha sido un hombre cerca de Landers. Era mediodía y me ha pedido que aceptara la invitación a comer en su casa, quería que toda su familia me conociera. Mi negativa y agradecimientos; pero él ha seguido: “¿cómo puedo ayudarte?, ¿necesitas dinero?, ¿puedo comprarte algo? Deja que te ayude ”. Y no os confundáis, no era caridad, era que en ese momento sentía que tenía poder para hacer algo por mi, y quería hacerlo, a toda costa, como si no fuera a tener más oportunidades mañana. Dulce imaginar a todo el mundo utilizando su poder así. La gente responde a la grandeza con grandeza, sí, se contagia,  lo decía Bertold Brecht. Aunque algunos son inmunes.

Si quieres ser grande tienes que intentar grandes cosas, y por esto hoy he decidido que el whike se llama Amelia, en honor a la intrépida aviadora estadounidense.