Beautiful stormy day

Siete de la mañana, abro la puerta de la habitación, da directamente a la carretera; un paso, dos, fuera del alero, llueve. En lo que cuesta vestirse paso del calor de la cama a internarme en la lluvia. Hace frio, South Fork esta a 2500 msnm. Hasta Walsenburg hay 199 kilómetros y por medio La Veta Pass, de 2860 msnm. Me puse en carretera. En dos millas la ropa quedó empapada. Sobre las ocho y media entré a desayunar en un bar del pueblo siguiente, Del Norte. La camarera, menuda y pizpireta, con su pelo hasta la cintura perfectamente arreglado me dejaba el papel de la bestia. Me preguntó si es que no me importaba la lluvia. Me encogí un poco de hombros pues lo cierto es que la respuesta era tanto si como no. Ella pensó que no la entendía y repitió la pregunta más despacio, yo le sonreí sin más, lo que la convenció inapelablemente de que sabía menos inglés que Rita Barberá. Así toda la mañana, 50 grados Fahrenheit, mojándome y secándome, tres veces, creo. El plato fuerte vino después de comer, en la ascensión al puerto. No llevaría un tercio recorrido cuando se desató una tormenta con aparato eléctrico. A mano derecha cayó un rayo tan cerca que se me quedaron los ojos como cuando miras una bombilla unos segundos. Casi al instante otro tocó tierra en la falda de la izquierda. De modo reflejo miré hacia lo alto del mástil y no me hizo ninguna gracia mi imaginación. Las rachas de viento arreciaron y los truenos estallaban sobre mi cabeza. Desmonté la vela, la dejé sobre el verde lateral, junto al whike, y corrí hacia un viejo cobertizo de madera abandonado que había al otro lado de la carretera. Estaba cerrado. Me pegué de espaldas a la pared para protegerme al máximo del granizo. Allí estuve unos veinte minutos. Amainó, monté de nuevo y continué la ascensión. Con el viento en calma empezó a nevar, una hora y tres cuartos pedaleé bajo la nevada, hasta la cima del puerto, mis ojos eran pura rendija, jadeaba de frió con la garganta seca y helada, la nieve había cuajado en los guardabarros, en el mástil, en mi barba, encima de mi; pero tan pronto inicié el descenso se desvaneció, esta nieve de primavera no tiene maldad. Llegué a Walsenburg sobre las siete de la tarde, aterido y conmovido por la brutalidad de la belleza.

2 comments

  1. Comment by inmis

    inmis Reply mayo 27, 2015 at 12:35 pm

    La ciencia se ha preguntado en algunas ocasiones cómo te mojas menos andando o corriendo bajo la lluvia. Después de varios estudios se concluyó que afectaban distintos factores, y no existe una regla única sino que hay que valorar cada situación. Lo único que es indudable es que bajo la lluvia tendemos a correr y en este caso espero que te ayude a terminar antes la etapa. ¡Ánimo!

  2. Comment by JUAN CARLOS GARRIDO

    JUAN CARLOS GARRIDO Reply mayo 29, 2015 at 8:40 am

    Fantástico relato, ánimo Jose Luis. No me conoces, soy amigo de tu hermana Pilar y se de ti por ella. Me parece una proeza el simple hecho de plantearte hacer lo que estas haciendo y ya estar realizándolo te concierte en un verdadero aventurero.
    Mucha suerte y mucho ánimo.
    Juan Carlos Garrido

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