Sanlúcar la Mayor a Cazalla de la Sierra

A estas alturas ya no entreno el fondo sino la posibilidad de pedalear muchos días seguidos con solo doce horas de descanso entre rodadas. Las piernas duelen. Hoy ciento cinco kilómetros con tres puertos de montaña y rampas del doce por cien. Durante la ascensión, de vez en cuando refrescaba la piel achicharrada bajo la sombra de un árbol que inclinaba su mole sobre la carretera. En una de esas ha salido un jornalero del camino anejo y con los ojos abiertos como si hubiera visto un ciervo con smoking, me suelta: “tu quillo, ¿que tas caido del sielo?”

Cazalla de la Sierra merece una visita. Entro en una cafetería: Buenas tardes, ¿me pones una caña – tenéis wifi? Si, es Juan94. ¿Juan94? Si, Juan. Pues no la encuentro. Si hombre, -asomándose a mi pantalla-, mírala hombre, ahí te sale WLAN94.

En la jornada ha seguido la serie “gasolineros de Andalucía”. El de hoy no se ha hecho de rogar, ha salido de la caseta cámara en mano y arremangándose para subirse al whike. Gente natural, como estos; en Alcalá del Rio he topado con tres ciclistas que tenían claro que se iban a fotografiar conmigo. Se han interpuesto a mi paso y han detenido el whike como si le cogieran las riendas al caballo. El entusiasta portavoz del grupo era Antonio Martínez Japón. Pues resulta que a Coria del Río llegó en 1614 una expedición nipona que ha dejado huella a lo largo de los siglos. El grupo estaba comandado por el samurái Hasekura Tsunenaga. Como hemos visto en el cine, muchos viajeros en misión oficial olvidan sus propósitos originales cuando arriban a territorios poblados por bellas mujeres. ¡En qué quedan las motivaciones cuando surge el deseo! Pero los apellidos japoneses son muy complicados, así que ni corto ni perezoso inventaron el apellido Japón para los nacidos del feliz cruce de reinos. ¡Y yo tenía delante a un heredero de un heredero de un samurái! Antonio estaba orgulloso de su historia y a mi me ha gustado que me la contase. Cuando una persona cuenta una historia de la que está orgullosa crece un palmo. Las personas deberían crecer siempre.

Ahora es de noche, hay una charca cerca, las ranas están muy embroncadas y la luz de la luna hace jugarretas y mete a los transeúntes en mi habitación.

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