Wheel and deal

De Fairbury a Auburn, 131 kilómetros, en el mismo día puedo titiritar de frío bajo la lluvia y al cabo de unas horas asarme de calor. Arranqué la etapa bajo un cielo ominoso y un viento lateral rebelde, no obstante gracias a mi destreza con la vela pude hacer buen camino, durante un rato, luego el viento amainó, al llegar a Beatrice, y se puso a llover y tronar. Qué fue de todo lo que asustó al perro no lo sé, pero se abalanzó sobre mi gruñendo con los dientes fuera de las fauces; no era un caniche, de ahí lo de abalanzarse. Excepto una mofeta que un día cruzó por delante de mi sin la menor prisa, el resto de las bestias en general pierden la calma al ver a Amelia, los caballos y las vacas lo llevan fatal, cuando pensaban que ya lo tenían todo visto entre el prado y el cielo, aparece esto y enloquecen en carreras y trompicones unos con otros. Me recuerdan ciertas festividades. Volviendo al perro, tenía que tomar la decisión de qué parte morderme, afortunadamente el muy bruto no sabía dónde acababa el artefacto y dónde empezaba yo. Un grito iracundo de su amo terminó por resolver la situación cuando yo ya me daba por mordido. Lo positivo del lance es que me subió la temperatura corporal al menos dos grados.

Los conductores son respetuosos, y este sí es un dato para albergar esperanza, de vez en cuando las bestias dejan de empujarse entre sí. Un número incontable de ellos aminoran o se detienen para interesarse, adónde voy, si estoy bien o si quiero comida, agua fresca, herramientas, lugar donde dormir, ……, pero todo está estaba en orden, así que salió el sol el resto de la tarde.

Puede parece insustancial comparado con los otros acontecimientos pero ¿alguna vez os ha caído el botecito de la suaviza boca abajo sobre el barro?, en su escala fue espectacular.

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