Y sin embargo muchos recogen los premios de manos de aquellos

En Baeza Antonio Machado enseñó francés en un instituto. Vi el aula casi intacta; los apretados pupitres de madera con la tabla horadada para el tintero, la tarima, su mesa de profesor equipada con brasero….mientras recorría el espacio imaginé qué debía pensar un genio encerrado en una misión tan pequeña. Luego leí frases y cartas, como esta que le escribió a Unamuno.

«Esta Baeza, que llaman la Salamanca andaluza, tiene un Instituto, un Seminario, una Escuela de Artes, varios colegios de Segunda Enseñanza, y apenas sabe leer un treinta por ciento de la población. No hay más que una librería donde se venden tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos. Es la comarca más rica de Jaén, y la ciudad está poblada de mendigos y de señoritos arruinados en la ruleta«.

Y recordé que un siglo antes John Keats había declarado que un poeta es un sabio, una especie de médico de la mente social. Vendría a ser como una voz vigorosa, regeneradora y salutífera para los pueblos. Un gobernante corrupto, un político sin vocación, debería temer a un poeta igual que el mal gime y se retuerce ante un exorcista.

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