Zalamea la Real a Sanlúcar de Guadiana.

Uno cree que porque ha inventado usabywhike tiene historias que contar. Mira estos dos pues. Mario tiene 82 y Marta 69. Marta es de Madrid y Mario de Mozambique. Después de rodar por el mundo se asentaron en Zalamea la Real (Huelva), aquí poseen la casa rural el Cortijo, en una finca de cuatro hectáreas. Allá en tiempos Mario crió cachorros de elefante dentro de casa, así que las dos nerviosas perras bretonas que tiene actualmente no son un gobierno de gran dificultad. Durante treinta años vivieron primero en Mozambique y luego en la República Centroafricana, rodeados de selva, tenían que producir el agua caliente pasándola por un serpentín de cobre que calentaban con fuego de leña. El agua la «pompaban» del rio. El peligro estaba a escasos pasos pero allí fueron felices, y aun lo son, se ve, se miran bien, y después de tanto años aun se guardan el turno de palabra amablemente. Mario echa de menos África, se le nota, se mira las manos, allí era alguien, en África sus clientes eran turistas acaudalados a los que guiaban en safaris cinegéticos en los parques naturales. A Marta no le gusta la caza, odiaba ver caer un espléndido elefante abatido a tiros; pero aquella era su vida, Mario le pedía “no hagas comentarios”. Mario ha visto morir cientos de majestuosos animales salvajes, y también guardas a manos de los furtivos que venían en caravanas desde Chad o Sudán a “hacer el marfil”, en una ocasión seis de una tacada, en otra cinco, delante de él. Mario es de origen portugués, los negros raramente mataban a un blanco, ya los consideraban fetiche ya temían las represalias, pero a sus iguales los matan como a ratas; ríen, apuestan y alborotan mientras los asesinan de un disparo en la cabeza para economizar la munición de sus fusiles kalashnikov.

Yo les había contado que al día siguiente me iba en bicicleta. Pero no imaginaban esto. A las 7:30 de la mañana cuando han salido al jardín lo han encontrado: pintado estaba el whike con los colores de la primavera. ¡It`s whikeweather!

Nueve horas de viaje y 142 kms me han llevado hasta San Lucar de Guadiana, – de camino he comido en Cabezas Rubias pero que muy bien por siete euros y medio -. Las casas blancas y bien emparejadas, Sanlúcar, junto al rio, es un pueblo de atmósfera veraniega y solazada. Es una atracción sentarse al atardecer en los chiringuitos ribereños a ver la puesta del sol. Por si acaso es poca emoción, una empresa ha instalado una plataforma de madera en la falda de la montaña y de ahí parte una tirolina trasfronteriza, sobrevuelas el rio Guadiana y al otro lado te espera el barquero para devolverte a España.

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