El poder de las historias

Estando de viaje he observado que si un día no hablaba con nadie mi escritura era poca, en cambio, cuando me encontraba con personas, por ensalmo mi diario se llenaba de historias y era más convincente. Las descripciones de objetos y lugares, de climas y olores, están bien, pero las historias que más se recuerdan tratan acerca de lo que otros piensan y sienten. Y nos gusta que nos dejen imaginarlo en base a las cosas que dicen y hacen. Y lo comprendemos. Porque nos sentimos conectados. No hay historias sin conectividad. Para edificar una visión del mundo medianamente buena hay que dialogar con muchos, y eso mismo hay que repetirlo cada cierto número de pasos. No hay nadie que lo haya visto todo, nadie provee una imagen completa sin peligro de arrojar tanta luz que se coma los colores. Yo he visto que las personas se conforman con la adversidad, se sujetan con repugnancia a los estados que les disgustan; hasta que alguien les cuenta una historia distinta. La gente siempre se detiene a escuchar una buena historia, y podría decirse que un hombre vale tanto como las historias que puede llegar a contar.

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